GUILLEM CHUST. Responsable de Cambio climático en océanos y costas

Dicen que cuando Edward Lorenz, en 1963, vio los resultados impresos de su modelo meteorológico se sorprendió tanto que pensó que se trataba de un error. Pequeñas diferencias en los datos de partida llevaban a grandes diferencias en las predicciones del modelo. Eran los fundamentos de la teoría de Caos Determinista, y popularizada como el «Efecto mariposa», del proverbio «el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo» que refleja el hecho de que con pequeñas variaciones iniciales podemos conseguir resultados totalmente inesperados. Y debido a ello, ahora, los científicos del cambio climático se esfuerzan en promediar los modelos climatológicos bajo diferentes condiciones iniciales y forzados con emisiones de efecto invernadero para poder esbozar el futuro cambio climático. La consecuencia de ello es que en cada una de estas condiciones iniciales obtenemos un clima diferente, y por lo tanto un ecosistema diferente. En particular, el ecosistema es un amplificador de pequeñas diferencias debido a su complejidad en las interacciones entre especies que lo componen, y aunque es posible promediar biomasas totales y así prever qué ecosistemas serán más productivos y qué ecosistemas lo serán menos, no seremos capaces de prever si una especie en concreto será ganadora o perdedora en un año dado o incluso en un periodo.

Deshielo. Cristina Claver

Pongamos por ejemplo el golfo de Bizkaia, el cual se está ya calentando desde al menos los años 80, su nivel medio del mar asciende con una tasa de 2,5 cm por década, y el mar se acidifica. Los modelos climáticos nos predicen que, con el calentamiento del mar, el golfo será menos productivo para finales de siglo, lo que significa que la biomasa total de stocks pesqueros será algo menor. También podemos inferir para futuro otras características particulares biológicas que aplican a todas las especies animales, como una menor talla de los adultos, crecimiento juvenil acelerado, aumento generalizado de las especies adaptadas a aguas más cálidas (tropicalización) y disminución general de las adaptadas a aguas más fríos (desborealización). En cambio, la competencia entre especies con características similares es muy dependiente de pequeñas diferencias en las condiciones iniciales y ambientales, y por lo tanto no podremos saber si tendremos más anchoa o sardina, más verdel o chicharro, por ejemplo.

En la quinta edición del congreso transfronterizo Uhinak sobre cambio climático y litoral, que tuvo lugar el 16 y 17 de noviembre, hablamos de las certidumbres y las incertidumbres del futuro que nos espera. ¿Tendremos más temporales que nos azoten la costa? ¿Tendemos más olas de calor como la de este verano? ¿Cómo podremos adaptarnos o mitigar sus efectos? Esta edición estuvo marcada por la cumbre del clima (COP27), en Egipto, en medio de una coyuntura global de crisis económica y polarización de las potencias mundiales. La emergencia climática queda relegada una vez más a un segundo plano, especialmente por necesidades más inmediatas, pero también por aquellos gobiernos que siempre la han negado o relativizado. Estamos lejos de conseguir los compromisos (neutralidad de carbono para 2050) que acordamos en Paris en 2015, el mismo año que Uhinak celebró su primera edición. Según el laboratorio de Mauna Loa, en el Océano Pacífico, la concentración de CO2 en ese 2015 alcanzaba los 400 ppm en promedio y este 2022 llega ya a los 418 ppm en promedio, con una tasa de aumento que no cesa.

El cambio climático está aquí, y es necesario trabajar conjuntamente para hacerle frente. Y ahí Uhinak tiene un importante papel que jugar como un espacio en el que se encuentran, debaten y reflexionan todos los actores: representantes del sector público, de la política, de la empresa, del periodismo, técnicos, expertos de centros tecnológicos y de investigación.

Artículo publicado en Diario Vasco

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