Descifrar y proteger el último ecosistema virgen, abundante y desconocido que queda en la tierra
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- El centro de investigación AZTI lidera el proyecto europeo Summer, una iniciativa que busca generar conocimiento sobre los peces mesopelágicos, el mayor y último recurso vivo salvaje que la humanidad aún no ha explotado.
- El estudio establecerá un protocolo para estimar la biomasa de estos peces, así como las posibilidades que ofrecería su utilización y los riesgos asociados con el fin de evaluar si se pueden explotar de una forma sostenible.
- El proyecto, que se prolongará hasta 2023, cuenta con un presupuesto de 6,5 millones de euros y la participación de 22 centros de investigación y empresas a nivel internacional
Bilbao, a 25 de septiembre de 2019. – El avance de la investigación y la tecnología ha permitido mejorar en gran medida nuestro conocimiento del océano y sus recursos naturales. No obstante, aún quedan ecosistemas por explorar. Uno de ellos es el mesopelágico, la zona comprendida entre los 200 y 1000 metros de profundidad. Según investigaciones recientes, la biomasa de peces en esta zona podría ser de 10.000 millones de toneladas, cifra 10 veces mayor que la de todos los demás peces juntos, lo que los sitúa como el mayor y último recurso vivo que la humanidad aún no ha explotado.
Pero, ¿Qué especies componen esta comunidad? ¿Qué posibilidades ofrece su explotación? ¿Cómo afectaría a otros organismos y ecosistemas? ¿Qué efecto tendría sobre el cambio climático? Para responder a estos interrogantes, el centro de investigación AZTI coordina el proyecto Summer, iniciativa que busca conocer mejor la comunidad mesopelágica, así como las oportunidades y riesgos que plantea su explotación.
En concreto, el proyecto establecerá un protocolo para mejorar la precisión de las estimas de la biomasa de los peces mesopelágicos y cuantificará los servicios ecosistémicos que puede proporcionar, es decir, el conjunto de beneficios que se derivan o pueden derivarse de estos organismos como, por ejemplo, fuente de alimento para la acuicultura o su función tanto en la cadena trófica como en la regulación del clima.
“En el marco del proyecto también determinaremos cómo contribuyen estos organismos al secuestro del dióxido de carbono atmosférico y exploraremos el uso potencial del pescado mesopelágico en las industrias de harina de pescados y alimentos procesados, así como fuente de compuestos bioactivos para productos farmacéuticos y nutracéuticos”, explica el director científico de AZTI, Xabier Irigoien.
Para conseguir sus objetivos, el proyecto contempla recoger muestras de la comunidad mesopelágica, que sirve en la actualidad como alimento de organismos de alto nivel trófico y de enorme importancia económica o cultural como calamares, atunes, tiburones, mantarrayas, peces de aguas profundas, aves y mamíferos marinos.
Objetivo: gestión sostenible
Según el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para 2050 la población mundial habrá superado la barrera de los 10.000 millones y necesitará un 70% más de alimentos que en la actualidad. En este sentido, cabe destacar que el consumo actual de pescado ya está niveles máximos, que puedan soportar un explotación sostenible, por lo que la biomasa potencial de los peces mesopelágicos ha suscitado interés tanto como fuente de alimentación para la acuicultura, harinas de pescado o productos nutracéuticos y farmacéuticos.
“Para explotar este recurso de una manera sostenible, debemos tener una estimación previa adecuada, de su abundancia, del conjunto de servicios ecosistémicos que proporciona y, por lo tanto, de los riesgos asociados a su explotación. Tenemos que responder urgentemente a la falta de conocimiento sobre aspectos tan fundamentales como qué especies la componen, cuántas hay o cómo se distribuyen espacialmente”, señala Irigoien.
Además, los organismos mesopelágicos juegan un papel aún no cuantificado en el secuestro de CO2 y, por lo tanto, en la regulación del clima. “Los posibles beneficios de su explotación podrían ser menores que las pérdidas debidas a su papel como alimento para otras especies o en la regulación del clima. Antes de una explotación comercial de este ecosistema, debemos evaluar todos los otros servicios que nos proporcionan”, asevera el experto.
El proyecto, que se ha puesto en marcha este año y se prolongará hasta el año 2023 en el marco del programa de Investigación de la UE Horizonte 2020. Cuenta con un presupuesto de 6,5 millones de euros y con la participación de 22 centros de investigación y empresas a nivel internacional de países como España, Reino Unido, Portugal, Alemania, Noruega, Francia, Turquía, Dinamarca, Islandia y Arabia Saudí. El lanzamiento de este proyecto se realizará en septiembre en Bilbao, con la asistencia de más de 70 investigadores.