ÁNGEL BORJA Investigador principal en el área de Gestión Ambiental de Mares y Costas

La madrugada del 5 de marzo de 2023, tras casi 20 años de negociaciones y varios fracasos, las delegaciones de los Estados miembros de la ONU consiguieron llegar a un acuerdo para que el conocido como Tratado de los Océanos –o Tratado BBNJ, Biodiversity Beyond National Jurisdiction–. El objetivo del Tratado es proteger y regular el uso de las áreas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales, que representan más del 60 % de los océanos, lo que equivale a casi la mitad del planeta. El anuncio de la presidenta de la conferencia, Rena Lee, de madrugada en Nueva York, fue sin duda un momento que celebrar.  

Pocas veces se puede decir que un tratado internacional es histórico, pero en este caso es verdad. Tras muchos años de discusión, se ha aprobado el tratado de conservación y uso sostenible de la biodiversidad marina fuera de las áreas bajo jurisdicción nacional. Para hacernos una idea de su importancia, baste decir que estas áreas ocupan el 40 % de la superficie del planeta y el 64 % del océano. Hasta ahora, estas áreas no estaban sujetas a ninguna regulación, por lo que cualquier país podía hacer lo que quisiera. Al menos ahora hay una serie de aspectos que se regulan, como: 

  • Los recursos genéticos marinos, que cada vez tienen una mayor importancia respecto a avances en medicina, alimentación, etc. Este ha sido el principal escollo que ha retrasado la negociación, puesto que algunos países y corporaciones han querido tener cierto monopolio de estos recursos. 
  • La gestión y protección de áreas marinas, necesarias para alcanzar el objetivo de protección del 30 % del océano y contribuir a conservar la biodiversidad y detener su pérdida, así como a luchar contra el cambio climático. 
  • La realización de evaluaciones de impacto ambiental, necesarias para multitud de actividades crecientes, como la instalación de energías renovables, explotaciones mineras en gran profundidad o la instalación de cables submarinos. 
  • La creación y transferencia de tecnologías marinas, promoviendo la cooperación entre países para llegar a conocer nuestros mares como conocemos, por ejemplo, la Luna. No olvidemos que actualmente sólo tenemos cartografiado en detalle alrededor del 20% de los fondos marinos. 

Es cierto que aún hay aspectos mejorables –por ejemplo, no se contempla la pesca en el tratado, no está claro cómo se podrá hacer cumplir algunas resoluciones, etc.–, pero es un buen punto de partida para poder alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU para 2030.

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