JAVIER FRANCO y LUIS FERRER. Investigadores de AZTI

Los blooms o enjambres de medusas tienen un impacto visible y sustancial en las zonas costeras: pueden obstruir las redes de los pescadores, producir picaduras a los usuarios de las playas, taponar tomas de agua… La información ofrecida por los medios de comunicación ha creado la percepción de que los mares mundiales están experimentando un aumento de la abundancia de medusas debido a actividades humanas tales como el calentamiento global, la sobrepesca o el aporte de nutrientes al mar. Pero, ¿realmente están aumentando las poblaciones de medusas?

Las proliferaciones de medusas, tanto en mar abierto como en la costa, son fenómenos totalmente naturales. Se trata de organismos planctónicos, es decir, que viven en la columna de agua y apenas tienen capacidad para desplazarse por sí mismos (aunque realizan movimientos, sobre todo en el eje vertical); por ello, su presencia y distribución están muy influidas por los diferentes procesos que generan el desplazamiento y movimiento de las masas de agua, como son los vientos, las corrientes, el oleaje, las mareas, los giros oceánicos, etc. La generación de enjambres de medusas depende de tales factores, además de la disponibilidad de nutrientes, de la luz, la temperatura, la época del año, la disponibilidad de presas y la presencia de depredadores, etc. Aunque la presencia de medusas suele ser más evidente e impactante en la época estival por la mayor presencia de usuarios en las playas y la costa, las medusas pueden proliferar en cualquier época del año.

Las repercusiones económicas que tienen estas proliferaciones pueden ser muy importantes, tanto en el sector turístico como en el pesquero y acuícola, además de las molestias que pueden sufrir los turistas y el gran número de picaduras que se registran cada verano en ciertas zonas. Al tratarse de organismos presentes en todos los mares mundiales, estos impactos se pueden registrar en casi cualquier zona costera del planeta.

¿Qué sabemos sobre las medusas?

Son muchos los factores que convergen y pueden explicar que algunas especies de organismos gelatinosos registren proliferaciones masivas tanto en las costas como en mar abierto. Aunque no se ha constatado un incremento global, es decir, en todos los océanos del planeta, en la abundancia de medusas o en la frecuencia de blooms, en algunos mares sí se ha registrado tal incremento en las últimas décadas; es el caso, por ejemplo, de Pelagia noctiluca en el Mediterráneo o de Chrysaora melanaster en el Mar de Bering.

Pero… ¿cuáles son los factores que determinan estas proliferaciones? ¿se están produciendo cambios en la dinámica de los ecosistemas marinos?

Para poder responder estas preguntas es necesario tener un conocimiento previo de la ecología de estas especies, conocer sus ciclos de vida para valorar cómo los factores ambientales pueden modificarlos. Y para evaluar posibles tendencias a largo plazo es necesario disponer de series temporales suficientemente largas (de varias décadas, ya que la variabilidad a escalas inferiores es muy alta), algo muy poco habitual.

Origen, distribución y ciclo de vida

Las medusas aparecieron en la Tierra hace unos 500 millones de años, en el Cámbrico. Se trata de un grupo animal muy diverso y presente en todos los océanos mundiales.

La mayoría de las medusas presenta una alternancia de generaciones, con dos fases bien diferenciadas: una fase pólipo, sésil (que transcurre con el animal adherido al fondo), en la que se produce la reproducción asexual; y una fase medusa planctónica, pelágica, en la que se lleva a cabo la reproducción sexual. Hay especies que no presentan fase pólipo.

Las diferencias en el ciclo vital se reflejan también en su distribución. Las especies que presentan un ciclo de vida holoplanctónico (toda su vida es planctónica, es decir, viven en la columna de agua durante todo su ciclo vital sin necesidad de asentarse o adherirse a ningún sustrato), pueden estar presentes tanto en zonas oceánicas como costeras, mientras que las especies que presentan la fase pólipo requieren sustrato al que adherirse, por lo que son más habituales en la zona costera o de plataforma.

Existen algunos organismos marinos que no pertenecen estrictamente al grupo de las medusas pero que suelen ser incluidos en el mismo por presentar bastantes similitudes morfológicas, vivir en ambientes similares y causar impactos comparables. Es el caso de los sifonóforos, un grupo que incluye a la carabela portuguesa (Physalia physalis); esta especie es muy venenosa y, a diferencia de las auténticas medusas (que son animales pluricelulares), se trata realmente de una colonia de organismos, constituida por individuos especializados.

Dispersión: la importancia de las corrientes y el viento

Las corrientes y los vientos son factores muy importantes en la dispersión de los organismos planctónicos y, por ello, de las medusas. Por esta razón muchas medusas y organismos similares pueden acabar en la costa, transportadas por los vientos y las corrientes marinas. Un ejemplo de ello es el de la carabela portuguesa, cuyos desplazamientos se hallan gobernados sobre todo por el viento. En el caso de la costa vasca, los vientos del cuadrante Oeste-Norte transportan los objetos flotantes hacia la costa, de modo que es más habitual recoger cualquier objeto flotante (basuras, troncos, medusas, etc.) en nuestras playas y costas con la presencia de dichos vientos. La sucesión de fuertes temporales en el golfo de Bizkaia y/o la ocurrencia de huracanes con fuertes vientos al otro lado del Atlántico (Florida y alrededores), propician varamientos en nuestras costas no sólo de medusas sino también de delfines, ballenas, focas, tortugas, aves, etc.

El viento tiene especial relevancia al hablar de la carabela portuguesa, ya que esta especie presenta una vela aérea, que le permite recorrer los océanos impulsada por dicho factor.

Para las especies que viven sobre todo en la columna de agua, a diferentes profundidades, el principal factor de transporte y dispersión son las corrientes que, a su vez, están afectadas por el viento.

La importancia de los organismos gelatinosos en los ecosistemas marinos y para el ser humano

Los organismos gelatinosos son parte esencial de los ecosistemas marinos y desempeñan un importante papel ecológico. Se sitúan en una zona central en el entramado de las redes tróficas marinas, ya que son tanto presas de especial importancia para algunos depredadores (sobre todo numerosas especies de especies y tortugas marinas) como depredadores de otros organismos (sobre todo plancton y peces pequeños). Debemos también tener en cuenta la importante labor que algunas especies de medusas ejercen durante los estadios tempranos del ciclo de vida de muchos peces, aportándoles protección frente a depredadores y contribuyendo a su dispersión.

Además, algunas especies de medusas, como es el caso de Aequorea victoria, han propiciado el desarrollo de importantes herramientas biomédicas y moleculares, que se utilizan en investigaciones médicas del cáncer y otras enfermedades. En diversos lugares del mundo las medusas son un importante recurso alimenticio y gastronómico.

Las medusas y el cambio global

Los cambios que el ser humano está provocando en el planeta y que, en conjunto, se integran en el concepto “cambio global” (cambio climático, alteración de hábitats, especies invasoras, aporte de contaminantes, sobreexplotación de recursos) están afectando también a las poblaciones de medusas, tanto a su distribución como a la frecuencia de sus proliferaciones e impactos. De hecho, tanto en mares regionales concretos como a escala global, los incrementos en las proliferaciones de medusas se han relacionado sobre todo con una mayor temperatura del agua, descensos en las poblaciones de depredadores de medusas, introducción de especies invasoras y aportes de nutrientes.

En la costa vasca y, por extensión, en la costa cantábrica, no se dispone de un seguimiento de las poblaciones de medusas a largo plazo, por lo que no es posible establecer posibles tendencias temporales. En todo caso, no creemos que se estén produciendo cambios significativos. Entre las especies más habituales se pueden citar a Aurelia aurita, que es muy común y tiene un tamaño mediano (aunque puede medir más de medio metro de diámetro); Pelagia noctiluca, de menor tamaño (unos 10 cm de diámetro); y Velella velella, de pequeño tamaño y que dispone de una vela aérea. En ocasiones pueden aparecer ejemplares de carabela portuguesa. Algunas de estas especies son venenosas, por lo que, ante la dificultad de distinguirlas, conviene no tocar ninguna de ellas y no bañarse en las zonas afectadas.

Últimas noticias