RAÚL PRELLEZO, investigador en Gestión pesquera sostenible

Gestión pesquera y economía son dos áreas que se complementan más de lo que pensamos, y es que la economía debería desempeñar un papel crucial en la gestión pesquera, ya que está fundamentada en el paradigma de la escasez, de la que la pesca es un ejemplo. Sin embargo, la medida de gestión más importante en el Atlántico Noroeste, el Total Admisible de Capturas (TAC), no es un indicador directo de esta escasez: Es una medida de gestión basada en objetivos específicos, tal y como señala el artículo 2 de la Política Pesquera Común (PPC). Este objetivo se cuantifica mediante el rendimiento máximo sostenible (RMS), que, aunque sólido, no debe interpretarse como un punto fijo, sino como un rango deseado, adaptativo a diferentes contextos.

El RMS no es, necesariamente, óptimo desde una perspectiva económica, pero mueve el sistema hacia una dirección adecuada, el de la sostenibilidad. El debate de cómo introducir la economía en el contexto de la gestión pesquera, no debería centrarse en si el objetivo es adecuado, sino en cómo diseñar una política óptima que permita alcanzarlo. Es aquí donde la economía puede ofrecer una guía fundamental, integrando dimensiones biológicas, financieras y sociales para promover una sostenibilidad multidimensional.

Un cambio positivo, en este sentido, es la reciente actualización de las guías para el balance entre capacidad y posibilidades de pesca, que ahora enfatizan la igualdad entre indicadores biológicos, económicos y técnicos. Esto sugiere una evolución hacia un enfoque más equilibrado, dejando atrás las evaluaciones ex post o no vinculantes, que han predominado en el pasado.

A pesar de estos avances, persisten desafíos prácticos, como la agregación excesiva de datos. Por ejemplo, segmentar las flotas por eslora y tecnología puede ocultar realidades individuales, complicando un consejo de gestión adecuado. Además, el fenómeno de la ‘especie limitante, en el marco de la obligación de desembarco, evidencia la necesidad de criterios económicos claros en la gestión, para evitar consecuencias muy adversas sobre las flotas pesqueras.

La clave está en el uso efectivo de los datos existentes. Aunque siempre habrá incertidumbre en un entorno natural variable, el valor de los datos radica en su capacidad para informar decisiones ex ante, ajustadas a objetivos claros y sostenibles. La economía no proporciona respuestas absolutas, pero sí las mejores alternativas posibles dentro de las limitaciones actuales.

Avanzar hacia una sostenibilidad pesquera 3D —biológica, económica y social— requiere no solo más datos, sino un cambio paradigmático en su aplicación. Este es el camino hacia una gestión pesquera integral, capaz de garantizar recursos para las generaciones futuras.

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