¿Por qué y para qué se hacen los dragados?
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Microbios que hablan: lo que el ADN ambiental nos cuenta de los estuarios
RAÚL CASTRO. Experto en gestión ambiental de mares y costas. AZTI
En las zonas abrigadas del litoral como bahías, dársenas, ensenadas, estuarios y muelles o en el propio fondo marino, se acumula tanto el sedimento arrastrado por la corriente fluvial (fango) u oleaje (arena), como restos animales o vegetales además de todo aquello que vertamos, se nos caiga o arrojemos deliberadamente por la borda (residuos). Lo ideal es recolocar cada material sobre el mismo sedimento.
Es por ello que, ante cualquier extracción para obtención de calados, relleno portuario, saneamiento del cauce o alimentación de playas, resulta de obligado cumplimento, en función del tipo de grano:
- una simple caracterización física previa de roca, bolos o gravas inertes de origen natural.
- determinación de metales y bacteriología en arena para confirmar aptitud en zonas de baño y uso público.
- análisis químico completo de fangos incluyendo compuestos orgánicos tales como hidrocarburos totales, aromáticos (HAP) y clorados (PCB) e incluso derivados del estaño (TBT) en zonas de carenado de embarcaciones (astilleros y carros varaderos).
En función de sus resultados, el sedimento se clasifica en:
- inerte apto para uso productivo (categoría A: de alimentación).
- vertible al mar previa autorización siempre que se garantice su inocuidad (categoría B: de buque).
- contaminado a aislar del medio marino (categoría C: de confinamiento).