cadena alimentaria más eficiente

Minimizar desperdicios y residuos en la industria alimentaria es una estrategia que cobra fuerza. Además de contribuir a la reducción de gastos de las empresas, en un momento en el que la sostenibilidad está pasando de ser una opción a ser una necesidad, y con una conciencia de los consumidores sobre el cuidado del medio ambiente que va en aumento, este tipo de buenas prácticas en la producción y distribución de alimentos son más necesarias que nunca.

En este sentido, no solo influye lo que se haga desde las cadenas de producción y distribución en sus propios espacios, también hay que ayudar a que tanto en el punto de venta como en los hogares estos desperdicios y residuos sean los menos posibles.

La pérdida de alimentos hace referencia a lo que ocurre a lo largo de la cadena de suministro alimentaria desde la cosecha hasta el nivel minorista, pero sin incluirlo.

El desperdicio de alimentos se produce a nivel de la venta al por menor y el consumo. Es decir, cuando se tiran productos por no haber sido consumidos.

Y a esto, hay que añadir los residuos que se generan los productos alimentarios, envases en su mayoría, que suponen una traba más en la sostenibilidad del sector.

Las cifras del desperdicio alimentario

Es importante valorar la repercusión de la pérdida y desperdicio a nivel porque las cifras son apabullantes. A nivel mundial, un tercio de los alimentos producidos se desperdicia, y hasta el 83% de los alimentos desperdiciados en Europa siguen siendo seguros para el consumo (FUSIONS, 2016).

Hay que tener cuenta que la producción, transformación, transporte y consumo de alimentos requiere del uso de recursos naturales: agua, energía, materiales, etc. Y genera también una serie de residuos y emisiones. Todo ello supone, entre otros impactos, entre el 25 y el 30% del total de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) que han propiciado la crisis climática actual.

Por eso, cuando desperdiciamos alimentos, no solo estamos desperdiciando bienes de consumo (incluso de primera necesidad) sino que también desperdiciamos tierra, agua, energía y otros recursos escasos utilizados para producir, transportar y refrigerar los alimentos.

Ante este panorama, es importante identificar aquellos aspectos que fomentan el desperdicio y la pérdida de alimentos y, con ello, buscar fórmulas para reducir los residuos que, muchas veces pueden ser reutilizables en otros eslabones de la cadena alimentaria.

Reducir el desperdicio alimentario durante la producción

Los residuos generados a lo largo de la cadena alimentaria son un problema. Por un lado porque su gestión puede ser costosa y, por otro, porque se dejan de lado elementos que pueden ser útiles dentro de esa industria u otras. La lista de ejemplos en este caso es bastante larga, pero podemos destacar:

Buscar una salida a estos subproductos que, idealmente, se incorporen en un proceso de economía circular está siendo el motor de muchos proyectos. Un ejemplo destacable es la formulación de piensos usando como ingrediente principal los posos de café obtenidos en el canal HORECA.

Otra opción que va tomando fuerza es el upcycling, la “reutilización de materiales desechados que resulta en un aumento de su ‘valor’”. Muy a menudo, también se refiere a que el material no aprovechado, sube de nivel jerárquico en su cadena de valor y, por lo tanto, regresa al sistema. La incorporación de ingredientes “upcycled” al desarrollo de nuevos productos alimenticios no solo beneficia a la sostenibilidad del planeta contribuyendo a la economía circular, también reduce la dependencia hacia terceros a la hora de lograr determinados ingredientes. Por otro lado, el desarrollo de estas líneas  puede contribuir a un enriquecimiento de los productos a nivel nutricional otorgándoles en muchos casos propiedades funcionales.

Algunos ejemplos:

Ayudando a la reducción de residuos

En este punto, los sistemas de envasado son muy importantes. En general, se está haciendo una gran apuesta por las soluciones compostables como las que ofrece TIPA.

Otra de las startups que lidera el sector, NOTPLA, está desarrollando, partiendo de algas, envases enfocados el sector para llevar, donde han colaborado con Heinz haciendo sobres monodosis que se pueden procesar con los restos orgánicos. Y todo empezó con unas cápsulas de agua cuya cobertura era comestible.

En España, el caso de los aperitivos de patatas fritas “Marinas” del Grupo Apex, que han hecho del diseño (y composición) de sus bolsas compostables un gran reclamo siendo la punta de lanza de una tendencia que se va consolidando.

Los envases se tienen que adaptar a la demanda de la sociedad de productos más respetuosos con el medio ambiente y quienes vayan tomando ese camino afianzarán su reputación en ese ámbito dotando a sus productos de valor añadido.

En el punto de venta y en el hogar

Una de las principales causas de desperdicio de alimentos son las fechas de caducidad confusas y demasiado prudentes. Estas fechas se establecen para ayudar a proteger a las personas consumidoras, sin embargo, esto deriva en que se tiren alimentos en buen estado.

Actualmente se dispone de tecnologías mucho más precisas para establecer estos tiempos y también para prolongar la vida útil de los alimentos, por lo que resulta conveniente empezar a promover alternativas más eficientes.

Desde luego, garantizar la seguridad y salud de las personas consumidoras es imperativo, pero, a día de hoy, se puede contar con sistemas que den una indicación científicamente precisa del estado de los alimentos, dejando de lado el confuso (y a veces impreciso) sistema de impresión de fechas.

 

Mimica es una empresa que ha desarrollado una sencilla etiqueta, llamada Mimica Touch, que es rugosa al tacto cuando un alimento ya no debe consumirse, determinado por los escenarios reales de temperatura experimentados en el “viaje” del producto desde el supermercado, hasta el frigorífico de casa y hasta que se consume. La etiqueta también ofrece la seguridad de que los alimentos que se van a consumir se han almacenado correctamente y son seguros. Como la etiqueta es sensible a la temperatura, se verá recompensado por una mejor conservación, ya que la

etiqueta mostrará que el alimento está más fresco durante más tiempo.

El sistema está basado en un gel que imita el estado de los perfiles de deterioro de los alimentos y las bebidas que se calibra para que coincida con la sensibilidad a la temperatura de varios alimentos, como el zumo, la carne de vacuno y la leche.

Desde la compañía apuntan a que, en la mayoría de los casos, se podría aumentar la vida útil de los alimentos perecederos, como la carne y los lácteos, un mínimo de 2 días, reduciendo así el desperdicio en el hogar hasta un 63%.

 

Por otro lado, es importante inculcar la idea de que reducir el desperdicio de alimentos y las mermas beneficia tanto al medio ambiente como a las cuentas de resultados. En este sentido, los precios dinámicos pueden reducir las tasas de pérdida y aumentar la sostenibilidad de la marca. Wasteless crea un caso de negocio para incluir datos en la cadena de suministro. La optimización de las ofertas logra la venta de alimentos frescos, con una vida útil más corta, a un mejor precio y en el momento justo.

En los últimos también salido aplicaciones en las que empresas con excedentes de comida que, en otro caso tirarían, los ponen a la venta en packs que los consumidores pueden adquirir por, aproximadamente, un tercio de su precio habitual. Des esta forma, aún pueden obtener algún beneficio de las sobras y los consumidores hacerse con alimentos a mejor precio. En España To Good To Go y Encantado de comerte son las principales.